martes, 30 de diciembre de 2014

Jesús vino a salvarnos

Santa María, Madre de Dios, ciclo B
Num 6,22-27  -  Gal 4,4-7  -  Lc 2,16-21

   Quienes promueven consumo, desigualdad, injusticia; solo buscan
amontonar dinero, destruyendo la vida humana y la madre tierra.
Las consecuencias están a la vista: niños golpeados por la miseria…
jóvenes desorientados… campesinos expulsados de sus tierras…
obreros explotados… ancianos marginados y abandonados
   Muy diferente la misión de Jesús el Salvador: sana a los enfermos,
da de comer a los hambrientos, acoge y perdonaa los pecadores…

Los pastores van de prisa a Belén
   Según el Evangelio de Lucas, el Ángel del Señor se aparece,
no a los sacerdotes del templo, ni a los fariseos y maestros de la ley;
sino a unos pastores que pasan la noche cuidando sus ovejas.
Ellos al escuchar la Buena Noticia del nacimiento de Jesús,
van de prisa a Belén y encuentran al niño acostado en un establo.
En este niño está presente Dios como Salvador, Mesías, Señor
ciertamente, los caminos de Dios no son como los nuestros (Is 55,8).
   Tratándose de pastores y ovejas, escuchemos a Jesús que dice:
Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa
y nueve, y va en busca de la extraviada hasta encontrarla? (Lc 15).
   En otra ocasión, Jesús se presenta como el verdadero Pastor  
de su pueblo: El ladrón solo viene para robar, matar y destruir.
Pero yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor que da su vida por las ovejas (Jn 10,10s).
   Durante la última cena, después de lavar los pies a sus discípulos,
Jesús les dice: Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien.
Si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros (Jn 13,13ss).
   Hoy, hace falta seguir el ejemplo de Jesús pobre y servidor,
dejando de lado el narcisismo que solo mira la propia imagen
y no ve la imagen de Dios impresa en el rostro de los otros,
especialmente de los más débiles y necesitados (Papa Francisco).

María, madre de Jesús y madre nuestra
   Mientras Jesús enseña a la multitud, una mujer alza la voz
y exclama: Feliz la mujer que te dio a luz y te crió.
Sin quitar méritos a su madre, Jesús amplia esta felicidad a todos
los que escuchan la Palabra de Dios y la practican (Lc 11,27s).
Al respecto, María después de escuchar el mensaje del ángel Gabriel,
dice: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí tu palabra.
Por eso, precisamente, por su fidelidad y entrega a la Palabra de Dios
le seguimos diciendo: Bendita eres entre las mujeres.
   Durante aquella boda en Caná de Galilea, María le dice a su hijo
Jesús: No tienen vino. Luego, dirigiéndose a los servidores añade:
Hagan todo lo que Él le diga. Gracias a esta intervención, Jesús hace
su primera señal milagrosa y sus discípulos creen en Él (Jn 2).
Desde entonces, María como buena madre nos sigue invitando:
a escuchar las enseñanzas de su Hijo Jesús y a ponerlas en práctica,
a comprometernos con los necesitados siendo simples servidores.
   María acompaña a su Hijo Jesús desde Belén hasta el Calvario.
Con el corazón atravesado de dolor, escucha el testamento de Jesús:
Mujer, ahí tienes a tu hijo… Hijo, ahí tienes a tu madre (Jn 19,25ss).
María está presente allí donde la muerte es semilla de una nueva vida,
espera lo imposible, o mejor, por su fe hace posible lo imposible.
Por su corazón pasan tristezas y gozos, angustias y esperanzas.
Como toda madre: observa… escucha… y medita en su corazón.

Al niño le ponen por nombre Jesús
   Dios realiza una alianza con Abraham, haciendo de él -a pesar
de sus noventa y nueve años- padre de una multitud de pueblos.
Para pertenecer al pueblo de Dios, los varones deben circuncidarse.
  José y María, fieles a la tradición religiosa de su pueblo, al octavo
día del nacimiento del niño -rostro humano de Dios- van a Jerusalén;
allí circuncidan al niño y le ponen por nombre Jesús (=Dios salva).
   En la Biblia, nombre y persona es lo mismo. Por eso, S. Pablo dice:
Dios exaltó a Jesús y le dio un nombre que está sobre todo nombre,
para que ante el nombre de Jesús, todos doblen las rodillas,
y todos proclamen que Jesucristo es el Señor (Flp 2,9-11).
    Que Dios infunda en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
para que vivamos como hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
Esta es la Felicidad que les deseo para el Año Nuevo 2015
J. Castillo A.


viernes, 26 de diciembre de 2014

Experiencia y Esperanza

La Sagrada Familia, ciclo B
Eclo 3,2-14  -  Col 3,12-21  -  Lc 2,22-40

   Así como la justicia y la paz se abrazan (Sal 85), bueno sería
que la experiencia de los mayores y la esperanza de jóvenes y niños,
caminen siempre juntos y se complementen, desde nuestras familias.
En efecto: La juventud no es solo la falta de arrugas y de canas…
La vejez no es solo la edad avanzada… Ser joven es tener una causa
a la que consagrar la propia vida (Mons. Helder Cámara).

Simeón y Ana, personas mayores
   En el diálogo con la samaritana, Jesús dice a sus discípulos:
Yo les he enviado a cosechar donde otros han trabajado,
ahora ustedes recogen el fruto del esfuerzo de ellos (Jn 4,35ss).
¿Qué valores ofrecen nuestras familias a las próximas generaciones?
   Simeón no es funcionario del templo. Es un hombre justo, piadoso,
y siendo de edad avanzada, espera la liberación de su pueblo.
Por eso, cuando José y María llegan al templo llevando al niño Jesús,
Simeón conducido por el Espíritu Santo, va al encuentro de ellos,
toma al niño Jesús en sus brazos y bendice a Dios diciendo:
Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, porque
mis ojos han visto la salvación… la luz que ilumina a las naciones.
Luego, Simeón se dirige a María para decirle: Este niño será signo
de contradicción, pues será acogido por unos y rechazado por otros;
y añade: en cuanto a ti, una espada de dolor atravesará tu corazón.
Años después, María estará junto a la cruz de su hijo Jesús (Jn 19,25).
   Ana es viuda, anciana de ochenta y cuatro años,  y profetisa.
Ella también va al templo y, desde que ve al niño Jesús, alaba a Dios
y habla del niño a todos los que esperan la liberación de Jerusalén.
Más adelante, Jesús acogerá a muchas mujeres como discípulas,
y les confiará la misión de anunciar el Reino de Dios.
Hoy, hace falta rescatar este servicio profético, como dice San Pablo:
Dios ha querido que en la Iglesia haya en primer lugar apóstoles,
en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros… (1Cor 12,28).

José y María, jóvenes esposos
   Después que María de Nazaret acepta ser la madre de Jesús,
va de prisa a las montañas de Judea para visitar a su prima Isabel.
Desde aquel humilde hogar, ambas mujeres gestantes alzan su voz:
-Para defender la dignidad de la mujer, frecuentemente pisoteada
 por una sociedad machista: Bendita eres entre las mujeres
-Para valorar el don de la vida de los más indefensos, a saber,
 los que están en el seno materno: Bendito es el fruto de tu vientre
-Para anunciar la actuación de Dios en una sociedad injusta:
Dios derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos
   Más tarde, Jesús retomará estas palabras de María su madre,
y anunciará un mensaje liberador a los pobres y hambrientos,
a los que lloran y son odiados, a los excluidos y despreciados (Lc 6).
   Meses después, José y María -jóvenes esposos- van a Belén.
Allí, en un establo, María da a luz a Jesús su hijo primogénito, porque
no había sitio para ellos en la ciudad. Sin embargo, en aquel establo
hay lugar para recibir la visita de unos pastores pobres y marginados.
   Cuarenta días después José y María, fieles a la tradición (Lev 12),
van al templo de Jerusalén para el rito de la purificación de la madre;
y para la presentación del niño Jesús, el hijo primogénito de María,
ofreciendo un par de tórtolas por ser una familia pobre.
Hoy, ante una sociedad consumista, ¿somos austeros desde el hogar?

El niño Jesús crece en edad, sabiduría y gracia
   Tratándose de la infancia de Jesús, el tercer Evangelio termina
con estas palabras: El niño Jesús crece en edad, sabiduría y gracia.
Jesús, que ha recorrido las etapas de vida de toda persona humana,
es el Camino, la Verdad y la Vida para niños, jóvenes y adultos.
   Al respecto, escuchemos el mensaje a los jóvenes del Vaticano II:
Ustedes jóvenes van a recibir la antorcha de manos de sus mayores
y van a vivir en el mundo en el momento de sus más gigantescas
transformaciones de su historia. Ustedes, recogiendo lo mejor
del ejemplo y de las enseñanzas de sus padres y maestros, van
a formar la sociedad de mañana; se salvarán o perecerán con ella…
Miren el rostro de Jesús, el héroe verdadero, humano y sabio,
el Profeta de la verdad, del amor, el amigo de los jóvenes.
J. Castillo A.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Recuperar la Navidad (Reflexión)

Hay Navidad y hay navidades.

Llega la Navidad y observo como el núcleo duro de la fiesta es ninguneado por el ambiente social. Sin duda el mensaje del Evangelio no interesa a nuestro mundo de pensamiento débil y valores efímeros. Los medios de comunicación apenas hablan del Nacimiento; las navidades le están ganando la partida a la Navidad. Porque hay muchas navidades: la navidad del sentimentalismo rancio y barato, la del turrón y el mazapán, la de pandereta, la  zambomba y el villancico hortera, la del tradicional obligado encuentro familiar, la navidad de la oferta telefónica con mejor tarifa que nunca, la del "washap a todas horas", la de Papá Noël y el chantaje del juguete, la navidad, en fin, del despilfarro y la soledad, ambas cosas compartidas, y  complementarias. Son navidades que ocultan más que desvelan la verdadera Navidad (con mayúsculas), esa que con sólo poner ante nosotros la persona de Jesús de Nazaret desmonta la fachada de satisfacción y éxito con que solemos disfrazarnos. La tendencia social indica que volvemos al paganismo de las fiestas del solsticio de invierno, con su culto al sol y al eterno retorno de lo mismo, dejando a un lado el origen de la fiesta cristiana: la "peligrosa memoria" de Jesús.  Así, “memoria peligrosa”,  llamó J. B. Metz al relato total de la vida del Niño de Belén, porque el recuerdo de su paso entre nosotrosfue y sigue siendo capaz de desenmascarar las frustraciones y tristezas humanas y vestirlas de revolución y alegría hasta poner en crisis los injustos sistemas sociales establecidos y las instituciones que los sustentan.

Contemplando el deambular masivo de las gentes por las calles y  los centros comerciales siento tristeza. La posada sigue ocupada al completo y no hay lugar para la Palabra que intenta abrirse un hueco entre la jarana y el vocerío; Jesús sigue viniendo mientras el imperio sigue haciendo efectivo el decreto de inscribir y controlar bajo su dominio a los súbditos. la crisis sigue su cabalgata por los barrios más pobres repartiendo expedientes de regulación de empleo y colas interminables en las oficinas del inem; mientras tanto, los habitantes de las zonas privilegiadas, banqueros y especuladores, ajenos a lo que ocurre en Belén, duermen plácidamente sobre el mullido colchón de sus beneficios. Han domesticado la Navidad; ha perdido el poder evocador del Dios-pobre, el recuerdo revolucionario de Jesús de Nazaret.
 
Recuperrar la "memoria peligrosa" de Jesús
 
Navidad es tiempo de recuperar la memoria, días para curarnos del alzhéimer colectivo que nos sumerge en la oscuridad. En los fríos días de invierno, al abrigo del hogar, nuestros abuelos contaban historias familiares, cuentos cargados de significado, relatos de familia. Entre ellos no faltaba la historia sagrada, con sus personajes modélicos. Narrar una y otra vez esas historias entrañables era algo más que un entretenimiento, era la forma más natural, sencilla y humana que tiene el hombre para transmitir sus valores sociales y religiosos. Esas narraciones, que pasaron de padres a hijos y de abuelos a nietos, ensanchaban corazones, enlazaban conciencias y aunaban vidas. Hablaban del origen y el tiempo fundador, de los hechos y retos del presente, del sentido de las cosas a la luz del relato que las fundaba; aquellos cuentos al calor del hogar hacían comunidad y tensaban la vida hacia un futuro que se vislumbraba cada vez más próspero y feliz: todavía queda mucho por hacer, hay porvenir. ¿Quién cuenta ya esas historias? Padres y abuelos han encomendado la tarea de contar a mercenarios cuentacuentos; han puesto sus tradiciones en manos de cómicos que narran las historias con gran artificio teatral pero sin calor humano y familiar, sin amor, con gran despliegue de medios, pero al servicio del poder instituido. También están quienes lo han racionalizado todo y han sentenciado a muerte el carácter mágico de los viejos relatos fundadores. Al mito le llaman mentira, y a la historia sagrada engaño para mentes débiles. Creyendo haber dado con la llave de la verdad, cuando ellos mismo dicen que no existe la verdad, sino verdades,  se han encerrado en dogma del “hay que ver para creer”, prescindiendo de un pasado que no han visto y negándose a creer y construir un futuro que no esperan. ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos! Las mismas consignas del viejo paganismo.

Los relatos bíblicos revolucionaron el mundo; y entre ellos está el relato de Jesús, su Evangelio del Reino, que eliminó barreras personales, sociales y económicas. Con su vida y su palabra el Galileo inauguró una nueva era; las cosas, desde entonces, no fueron las mismas. Entre los creyentes se contaban los dichos y hechos de Jesús con el agradecimiento y el orgullo propio de quienes han encontrado un tesoro que ha solucionado sus vidas y la de los suyos. Más tarde las recogieron en unos libros que llamamos evangelios.

 ¿Quién da a conocer a sus hijos la historia de Adán y Eva, el diluvio universal, la torre de babel, el paso triunfal del pueblo de Israel por el mar Rojo liderado por Moisés, la lucha de David con el gigante Goliat, las historia de Judith o de Esther, la vida de Jesús: su nacimiento, sus discursos, sus parábolas, su muerte y resurrección? ¿Quién cuenta hoy a sus hijos esas viejas historias? ¿Quién se para a leer y descifrar a niños y jóvenes de hoy las historias que en su momento otros sembraron en nuestras almas? ¿Acaso se han podrido las semillas? ¿O han sido raídas por las ratas del consumo? Entre tanta parafernalia navideña no veo Evangelio por ninguna parte. Aunque, en cierta manera, me alegra que los relatos de la vida de Jesús no formen parte del engranaje publicitario de las fiestas navideñas. Sería anacrónico. La memoria de Aquel que entró en el templo derribando mesas de cambio y expulsando mercaderes, pondría en evidencia la falsedad del juego que tenemos entre manos. Me imagino a Jesús entrando en unos grandes almacenes o en la sala de rodaje de un spot publicitario, derribando cámaras, arrasando decorados, empujando estantes de productos en oferta, provocando cortocircuitos en la iluminación, creando confusión en la conciencia de mercaderes y sacerdotes.
 
Navidad: el cruce de dos relatos, el de Jesús y el mío.
 
Han domesticado la Navidad. La hemos amansado. Los más religiosos le hemos hecho un hueco en la agenda. Recibiremos a María, a José y al Niño unos momentos (como manda el protocolo: Misa del Gallo y villancico), luego de haber cumplido encorsetados con nuestro deber seguiremos con más espontaneidad los rituales paganos de derroche en el comer y el beber, algo lícito y encomiable si es expresión del gozo interior, pero deprimente y mortal cuando es sólo una forma de querer huir del vacío existencial. Pasarán estos días y volveremos a lo mismo de siempre, como si recolocáramos al niño en el seno de su Madre y le deseáramos buena estancia hasta el año siguiente. Recogeremos el Belén que ha adornado nuestra casa en estos días y desmontaremos el árbol de Navidad con nostalgia del pasado, como los de Emaús, decepcionados y resignados a nuestra suerte. ¿Nos ha traicionado la esperanza?

Hay Navidad porque Jesús sale al encuentro de mis decepciones. La hay cuando la historia del Niño Dios se cruza con la mía, cuando el relato del nacimiento, vida, muerte y resurrección del Carpintero de Nazaret, me interpela y me mueve a hacerme compañero suyo. Navidad es sentir con Él el abrazo eterno del Padre, tocar sus manos agrietadas por el duro trabajo en el taller o la construcción, Navidad es vivir como propios sus sentimientos de amor hacia los menos amables, oír su llamada que pide adentrarse en el corazón de los que sufren incomprensión o marginación social. Navidad, más que acoger a Cristo en el Belén de mi corazón -la frase es un tanto cursi- es permitir que Dios me acoja; ya lo dio a entender Natán: "¿quién eres tú para construirme una casa para que viva en ella? ¿No soy más bien yo quien te he construido un hogar y un estilo de vida (una familia)  para que te acojas a Él?" (cf 2 Sam 7,5-11); más que abrirle las puertas a Jesús para que entre en mi vida (que está muy bien y es muy conveniente y enternecedor) Navidad es entrar yo en la vida de Jesús, puerta de Dios, acceso a la tierra nueva que esperamos.

Es Navidad cuando la “peligrosa memoria” del Nazareno sigue creando problemas al sistema establecido, cuando sientes y ves que al pronunciar el nombre de Jesús, al llevar a cabo su obra, los sacerdotes y mercaderes tuercen el gesto y como Herodes amenazan con matar al niño antes de que crezca. Navidad es cuando no callas ante la injusticia porque tu corazón queda invadido por la misma misericordia de Dios hacia los hombres. Navidad es cuando oyes que el ángel te dice, como le dijo a los pastores de Belén y a las mujeres que fueron al sepulcro al alba del primer domingo: “No temáis, os traigo una la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,10.12) … “Vosotras no temáis: sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado, como dijo. Venid a ver el sitio donde yacía”. (Mt 28,5-6). Y lleno de alegría corres a extender la Buena Noticia. Entonces es Navidad, porque Cristo vive y su “memoria peligrosa” sigue desconcertando a los poderes de este mundo. Es la Navidad que no se debe perder nunca entre las navidades de los cómicos, los charlatanes, los avaros, los débiles de carácter, los moralistas, los ávidos de novedades, los siniestros aguafiestas …, ya se sabe que hay muchos que celebran la Navidad sólo porque es celebrada por muchos. Otros la celebran porque se sienten tocados, conmocionados y liberados por la historia del Niño de Belén, “Jesús de Nazaret, a quien Dios acreditó ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que realizó a favor vuestro. Lo crucificasteis, pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte. Tened la certeza de que Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis” (Hch 2,22-24.36). No te dejes seducir por las modas navideñas. ¡Adéntrate siguilosamente en la causa de Jesús¡ ¡Deja que tu vida se entrelace con la suya! Tendrás entonces una original y Feliz Navidad!

Casto Acedo Gómez. Diciembre 2014.  paduamerida@gmail.com.

lunes, 22 de diciembre de 2014

La justicia y la paz se abrazan

Natividad del Señor, ciclo B
Is 52,7-10  -  Heb 1,1-6  -  Lc 2,1-14

   Es bueno pero no basta hablar de: Iglesia pobre entre los pobres…
Opción preferencial por los pobres, no exclusiva ni excluyente… etc.
Hacen falta, sobre todo, testimonio… obras… gestos audaces….
   El Niño Jesús, que nació en Belén, crecerá… y un día anunciará:
Felices ustedes los que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,6).
No puede haber Navidad cristiana sin que haya justicia y paz (Sal 85).

No había lugar para ellos en la ciudad
   El mismo día de Navidad, el párroco vuelve al barrio para visitar
a quienes no pudo hacerlo durante la noche anterior.
   Uno de los jóvenes, se acerca, le mira largamente y le dice:
Anoche, en el grupo, te seguí muy bien.
Había pensado irme al bar, pero preferí quedarme para escucharte.
Es verdad lo que dices, y me parece muy bonito.
Puedes decirnos esas cosas a nosotros sin dificultad.
Nosotros, los pobres, sabemos lo que significa: pobreza y desprecio.
Pero ahora te pago el taxi y nos vamos al Gran Hotel.
A ver si allí te atreves a decir esas mismas cosas a los ricos.
¡Son ellos los que tienen que cambiar el corazón!
   Lo dijo con voz clara y segura, sin sombra alguna de agresividad.
El párroco se quedó mudo, luego medio a tropezones, le contestó:
Yo vivo con ustedes, quiero quedarme en medio de ustedes.
¿Es que tenía miedo de que le tomaran por loco en el Gran Hotel?
(Charles Lepetit: La perla del pobre, 1984, n.38).
   Todos tenemos que convertirnos… cambiar nuestros corazones…
Pero también debemos ir a las raíces de tantas situaciones dolorosas.
Por eso, ante el sufrimiento de una persona que tiene hambre (Mt 25),
debemos preocuparnos no solamente de solucionarlo en el acto,
sino también de destruir sus causas; porque nadie es bueno y justo,
mientras no soluciona -según sus posibilidades- ambos compromisos.
Solo así, Navidad será una Buena Noticia para las personas pobres.

Les anuncio una Buena Noticia
   Los relatos del nacimiento e infancia de Jesús (Lc 1-2; Mt 1-2),
debemos meditarlos a la luz de su ministerio público.
   María envuelve al Niño en pañales y lo acuesta en un establo,
porque no había lugar para ellos en la posada.
   Jesús vino a los suyos pero los suyos no le recibieron (Jn 1,11).
Incluso sus propios paisanos decían: ¿De dónde saca esa sabiduría
y ese poder milagroso? ¿No es éste el hijo del carpintero? (Mc 6).
Sin embargo, desde esta experiencia de marginación y desprecio,
Jesús nos muestra el camino de la misericordia: acoger y comer
con todos, preferentemente, con publicanos, pecadores (Mt 9,9ss).
   Tiempo después, José de Arimatea -hombre bueno y justo-
pedirá a Pilato el cuerpo de Jesús, lo envolverá en una sábana
y lo depositará  en un sepulcro cavado en una roca (Lc 23,50-53).
   El ángel del Señor se aparece a los pastores de aquella región
y les dice: No tengan miedo, hoy ha nacido para ustedes el Salvador.
   El ángel del Señor se aparece no a los poderosos de este mundo,
sino a unos pastores que sufren: desprecio, explotación, exclusión.
   Más tarde, el Profeta de Nazaret anunciará esta Buena Noticia:
Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece.
Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán (Lc 6,20ss).
   Los ángeles alaban a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres y mujeres que Dios ama.
   La Paz que nos ofrece Jesús no es como la ‘paz’ del mundo,
que generalmente se basa en amenazas, miedos, ambiciones, intereses.
Tampoco es la ‘paz’ de quienes han comercializado la Navidad.
La Paz de Jesús es vida plena, como lo dice San Ireneo (130-200):
La gloria de Dios consiste en que los hombres y mujeres tengan vida.
   Hace años, en la puerta del templo de una parroquia de la ciudad,
dejaron abandonado a un niño más o menos de una semana de nacido.
Es un caso más de tantos niños huérfanos de padres vivos
Mientras los que habían ‘oído Misa entera’ se van sin hacer nada,
una madre pobre con seis hijos: abraza al niño, se lo lleva y lo adopta.
Teniendo presente este gesto tan evangélico de acoger y dar vida,
les deseo a ustedes una Feliz Navidad, comparable con la Felicidad
de aquella humilde madre y de ese niñito que ya tiene un hogar.
J. Castillo A.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Para Dios todo es posible

IV Domingo de Adviento, ciclo B
2Sam 7,1-16  -  Rom 16,25-27  -  Lc 1,26-38

   Un día, el párroco visita a una anciana pobre y enferma; mientras
conversan, ella le dice: Soy madre soltera… El que le abrió la puerta
es mi hijo, solo él me atiende día y noche… Sin embargo, por consejo
de una amiga intenté varias veces abortarlo… Ahora, antes de morir,
¿le puedo decir todo esto a mi hijo? Después de guardar silencio,
ambos se pusieron a rezar: Alégrate, María, llena de gracia,
el Señor está contigo… Bendita eres entre todas las mujeres…
Bendito es el fruto de tu vientre… Ruega por nosotros, pecadores

No temas, María, concebirás y darás a luz un hijo
   María es mujer… es joven… es pobre… sin títulos ni privilegios.
Es esposa de José, descendiente de David (Mt 1,20).
Ella vive en Nazaret, un pequeño y despreciado pueblo de Galilea.
¿De Nazaret puede salir algo bueno? pregunta Natanael (Jn 1,46).
Sin embargo, el proyecto de salvación que viene de Dios se realiza,
no desde el poder político, económico y religioso de Jerusalén,
sino desde los marginados: Dios mira la pequeñez de su servidora.
   Dios envía al ángel Gabriel (=Dios es fuerte. Quién como Dios)
a casa de María (=Amada de Dios. Dios es mi Señor),
para decirle: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
María quiere saber lo que significa estas palabras,
por eso el ángel le dice: No temas, concebirás y darás a luz un hijo.
   No tener miedo… concebir… dar a luz… tienen relación
con algo fundamental en todo ser humano: el derecho a la vida.
Pues bien, faltando pocos días para celebrar el nacimiento de Jesús,
sigamos el ejemplo de María que acoge el don de la vida,
y acepta ser la madre de Jesús: Que se haga en mí lo que has dicho.
   Defendamos la vida, sobre todo, allí donde la vida no vale nada…
¿Qué hubiera sucedido si José denunciaba o abandonaba a María?
Sin embargo, José -siendo hombre justo- escucha la voz de Dios
y acoge a María su esposa, llevándola a su casa (Mt 1,18-25).

Madre de los pobres y de los peregrinos de América Latina
   Sigamos invocando a María, madre de Jesús y madre nuestra,
como lo hizo el cardenal argentino Eduardo Pironio (1920-1998):
Virgen de la esperanza, Madre de los pobres,
Señora de los que peregrinan: óyenos.
Hoy te pedimos por América Latina,
el Continente que tú visitas con los pies descalzos,
ofreciéndole la riqueza del Niño que aprietas en tus brazos.
Un Niño frágil, que nos hace fuertes.
Un Niño pobre, que nos hace ricos.
Un Niño esclavo, que nos hace libres.
Virgen de la esperanza, América despierta.
Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva.
Es el día de la salvación que ya se acerca.
Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas,
ha brillado una gran luz.
Esa luz es el Señor que tú nos diste,
hace mucho, en Belén, a medianoche.
Queremos caminar en la esperanza.
Madre de los pobres: hay mucha miseria entre nosotros.
Falta el pan material en muchas casas.
Falta el pan de la verdad en muchas mentes.
Falta el pan del amor en muchos hombres.
Falta el Pan del Señor en muchos pueblos.
Tú conoces la pobreza y la viviste,
danos el alma de pobres para ser felices.
Alivia la miseria de los cuerpos y arranca del corazón
de tantos hombres el egoísmo que empobrece.
Que los obispos tengan un corazón de padre.
Que los sacerdotes sean los amigos de Dios para los hombres.
Que los religiosos muestren la alegría anticipada del Reino.
Que los laicos sean, ante el mundo, testigos del Señor resucitado.
Y que caminemos juntos con todos los hombres,
compartiendo sus angustias y esperanzas.
Que los pueblos de América Latina
vayan avanzando hacia su liberación integral,
por los caminos de la paz en la justicia.      
J. Castillo A.

Buda en Cáceres

No deja de sorprender que siga adelante el proyecto de construcción de la macroestatua de Buda y el centro Budista en la ciudad de Cáceres, ...