miércoles, 24 de diciembre de 2014

Recuperar la Navidad (Reflexión)

Hay Navidad y hay navidades.

Llega la Navidad y observo como el núcleo duro de la fiesta es ninguneado por el ambiente social. Sin duda el mensaje del Evangelio no interesa a nuestro mundo de pensamiento débil y valores efímeros. Los medios de comunicación apenas hablan del Nacimiento; las navidades le están ganando la partida a la Navidad. Porque hay muchas navidades: la navidad del sentimentalismo rancio y barato, la del turrón y el mazapán, la de pandereta, la  zambomba y el villancico hortera, la del tradicional obligado encuentro familiar, la navidad de la oferta telefónica con mejor tarifa que nunca, la del "washap a todas horas", la de Papá Noël y el chantaje del juguete, la navidad, en fin, del despilfarro y la soledad, ambas cosas compartidas, y  complementarias. Son navidades que ocultan más que desvelan la verdadera Navidad (con mayúsculas), esa que con sólo poner ante nosotros la persona de Jesús de Nazaret desmonta la fachada de satisfacción y éxito con que solemos disfrazarnos. La tendencia social indica que volvemos al paganismo de las fiestas del solsticio de invierno, con su culto al sol y al eterno retorno de lo mismo, dejando a un lado el origen de la fiesta cristiana: la "peligrosa memoria" de Jesús.  Así, “memoria peligrosa”,  llamó J. B. Metz al relato total de la vida del Niño de Belén, porque el recuerdo de su paso entre nosotrosfue y sigue siendo capaz de desenmascarar las frustraciones y tristezas humanas y vestirlas de revolución y alegría hasta poner en crisis los injustos sistemas sociales establecidos y las instituciones que los sustentan.

Contemplando el deambular masivo de las gentes por las calles y  los centros comerciales siento tristeza. La posada sigue ocupada al completo y no hay lugar para la Palabra que intenta abrirse un hueco entre la jarana y el vocerío; Jesús sigue viniendo mientras el imperio sigue haciendo efectivo el decreto de inscribir y controlar bajo su dominio a los súbditos. la crisis sigue su cabalgata por los barrios más pobres repartiendo expedientes de regulación de empleo y colas interminables en las oficinas del inem; mientras tanto, los habitantes de las zonas privilegiadas, banqueros y especuladores, ajenos a lo que ocurre en Belén, duermen plácidamente sobre el mullido colchón de sus beneficios. Han domesticado la Navidad; ha perdido el poder evocador del Dios-pobre, el recuerdo revolucionario de Jesús de Nazaret.
 
Recuperrar la "memoria peligrosa" de Jesús
 
Navidad es tiempo de recuperar la memoria, días para curarnos del alzhéimer colectivo que nos sumerge en la oscuridad. En los fríos días de invierno, al abrigo del hogar, nuestros abuelos contaban historias familiares, cuentos cargados de significado, relatos de familia. Entre ellos no faltaba la historia sagrada, con sus personajes modélicos. Narrar una y otra vez esas historias entrañables era algo más que un entretenimiento, era la forma más natural, sencilla y humana que tiene el hombre para transmitir sus valores sociales y religiosos. Esas narraciones, que pasaron de padres a hijos y de abuelos a nietos, ensanchaban corazones, enlazaban conciencias y aunaban vidas. Hablaban del origen y el tiempo fundador, de los hechos y retos del presente, del sentido de las cosas a la luz del relato que las fundaba; aquellos cuentos al calor del hogar hacían comunidad y tensaban la vida hacia un futuro que se vislumbraba cada vez más próspero y feliz: todavía queda mucho por hacer, hay porvenir. ¿Quién cuenta ya esas historias? Padres y abuelos han encomendado la tarea de contar a mercenarios cuentacuentos; han puesto sus tradiciones en manos de cómicos que narran las historias con gran artificio teatral pero sin calor humano y familiar, sin amor, con gran despliegue de medios, pero al servicio del poder instituido. También están quienes lo han racionalizado todo y han sentenciado a muerte el carácter mágico de los viejos relatos fundadores. Al mito le llaman mentira, y a la historia sagrada engaño para mentes débiles. Creyendo haber dado con la llave de la verdad, cuando ellos mismo dicen que no existe la verdad, sino verdades,  se han encerrado en dogma del “hay que ver para creer”, prescindiendo de un pasado que no han visto y negándose a creer y construir un futuro que no esperan. ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos! Las mismas consignas del viejo paganismo.

Los relatos bíblicos revolucionaron el mundo; y entre ellos está el relato de Jesús, su Evangelio del Reino, que eliminó barreras personales, sociales y económicas. Con su vida y su palabra el Galileo inauguró una nueva era; las cosas, desde entonces, no fueron las mismas. Entre los creyentes se contaban los dichos y hechos de Jesús con el agradecimiento y el orgullo propio de quienes han encontrado un tesoro que ha solucionado sus vidas y la de los suyos. Más tarde las recogieron en unos libros que llamamos evangelios.

 ¿Quién da a conocer a sus hijos la historia de Adán y Eva, el diluvio universal, la torre de babel, el paso triunfal del pueblo de Israel por el mar Rojo liderado por Moisés, la lucha de David con el gigante Goliat, las historia de Judith o de Esther, la vida de Jesús: su nacimiento, sus discursos, sus parábolas, su muerte y resurrección? ¿Quién cuenta hoy a sus hijos esas viejas historias? ¿Quién se para a leer y descifrar a niños y jóvenes de hoy las historias que en su momento otros sembraron en nuestras almas? ¿Acaso se han podrido las semillas? ¿O han sido raídas por las ratas del consumo? Entre tanta parafernalia navideña no veo Evangelio por ninguna parte. Aunque, en cierta manera, me alegra que los relatos de la vida de Jesús no formen parte del engranaje publicitario de las fiestas navideñas. Sería anacrónico. La memoria de Aquel que entró en el templo derribando mesas de cambio y expulsando mercaderes, pondría en evidencia la falsedad del juego que tenemos entre manos. Me imagino a Jesús entrando en unos grandes almacenes o en la sala de rodaje de un spot publicitario, derribando cámaras, arrasando decorados, empujando estantes de productos en oferta, provocando cortocircuitos en la iluminación, creando confusión en la conciencia de mercaderes y sacerdotes.
 
Navidad: el cruce de dos relatos, el de Jesús y el mío.
 
Han domesticado la Navidad. La hemos amansado. Los más religiosos le hemos hecho un hueco en la agenda. Recibiremos a María, a José y al Niño unos momentos (como manda el protocolo: Misa del Gallo y villancico), luego de haber cumplido encorsetados con nuestro deber seguiremos con más espontaneidad los rituales paganos de derroche en el comer y el beber, algo lícito y encomiable si es expresión del gozo interior, pero deprimente y mortal cuando es sólo una forma de querer huir del vacío existencial. Pasarán estos días y volveremos a lo mismo de siempre, como si recolocáramos al niño en el seno de su Madre y le deseáramos buena estancia hasta el año siguiente. Recogeremos el Belén que ha adornado nuestra casa en estos días y desmontaremos el árbol de Navidad con nostalgia del pasado, como los de Emaús, decepcionados y resignados a nuestra suerte. ¿Nos ha traicionado la esperanza?

Hay Navidad porque Jesús sale al encuentro de mis decepciones. La hay cuando la historia del Niño Dios se cruza con la mía, cuando el relato del nacimiento, vida, muerte y resurrección del Carpintero de Nazaret, me interpela y me mueve a hacerme compañero suyo. Navidad es sentir con Él el abrazo eterno del Padre, tocar sus manos agrietadas por el duro trabajo en el taller o la construcción, Navidad es vivir como propios sus sentimientos de amor hacia los menos amables, oír su llamada que pide adentrarse en el corazón de los que sufren incomprensión o marginación social. Navidad, más que acoger a Cristo en el Belén de mi corazón -la frase es un tanto cursi- es permitir que Dios me acoja; ya lo dio a entender Natán: "¿quién eres tú para construirme una casa para que viva en ella? ¿No soy más bien yo quien te he construido un hogar y un estilo de vida (una familia)  para que te acojas a Él?" (cf 2 Sam 7,5-11); más que abrirle las puertas a Jesús para que entre en mi vida (que está muy bien y es muy conveniente y enternecedor) Navidad es entrar yo en la vida de Jesús, puerta de Dios, acceso a la tierra nueva que esperamos.

Es Navidad cuando la “peligrosa memoria” del Nazareno sigue creando problemas al sistema establecido, cuando sientes y ves que al pronunciar el nombre de Jesús, al llevar a cabo su obra, los sacerdotes y mercaderes tuercen el gesto y como Herodes amenazan con matar al niño antes de que crezca. Navidad es cuando no callas ante la injusticia porque tu corazón queda invadido por la misma misericordia de Dios hacia los hombres. Navidad es cuando oyes que el ángel te dice, como le dijo a los pastores de Belén y a las mujeres que fueron al sepulcro al alba del primer domingo: “No temáis, os traigo una la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,10.12) … “Vosotras no temáis: sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado, como dijo. Venid a ver el sitio donde yacía”. (Mt 28,5-6). Y lleno de alegría corres a extender la Buena Noticia. Entonces es Navidad, porque Cristo vive y su “memoria peligrosa” sigue desconcertando a los poderes de este mundo. Es la Navidad que no se debe perder nunca entre las navidades de los cómicos, los charlatanes, los avaros, los débiles de carácter, los moralistas, los ávidos de novedades, los siniestros aguafiestas …, ya se sabe que hay muchos que celebran la Navidad sólo porque es celebrada por muchos. Otros la celebran porque se sienten tocados, conmocionados y liberados por la historia del Niño de Belén, “Jesús de Nazaret, a quien Dios acreditó ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que realizó a favor vuestro. Lo crucificasteis, pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte. Tened la certeza de que Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis” (Hch 2,22-24.36). No te dejes seducir por las modas navideñas. ¡Adéntrate siguilosamente en la causa de Jesús¡ ¡Deja que tu vida se entrelace con la suya! Tendrás entonces una original y Feliz Navidad!

Casto Acedo Gómez. Diciembre 2014.  paduamerida@gmail.com.

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