A estas alturas del Adviento ya lo tenemos todo programado para las fiestas. No sin ciertas prevenciones por el covid, hemos planeado ya dónde pasar la nochebuena, con quién cenaremos, cuántos seremos a la mesa, qué hacer el día de Navidad… Todo organizado con minuciosidad. Pero ¿no estaremos olvidando lo principal del día: el nacimiento de Jesús?
Nuestra cultura tiende a celebrar una navidad sin nacimiento, una buena noticia sin contenido espiritual, sin ninguna novedad; como si la Navidad fuera solo un mecanismo, un movimiento automático y robotizado, una construcción social vacua y sin sentido, o al menos sin el sentido genuino que ella misma tiene. De ser una fiesta crítica y revolucionaria (recordemos la reacción a la defensiva de Herodes, o la oposición farisea y saducea a Jesús), el sistema social vigente la ha transformado en conservadora y alienante. ¿Hemos domesticado la Navidad?
Un nuevo nacimiento
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Es importante recordar que las celebraciones de Navidad no son un fin en sí mismas, sino un medio. Lo verdaderamente definitivo en estos días es "el nacimiento”:
*por un lado el nacimiento de Jesús en Belén, Dios es natividad, vida, historia abierta al futuro;
*por otro lado tu nacimiento de lo alto.
En su diálogo con Nicodemo Jesús habla de éste segundo nacimiento: “dijo Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» le dice Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.» Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?” (Jn 3,3-10).
*por un lado el nacimiento de Jesús en Belén, Dios es natividad, vida, historia abierta al futuro;
*por otro lado tu nacimiento de lo alto.
En su diálogo con Nicodemo Jesús habla de éste segundo nacimiento: “dijo Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» le dice Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.» Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?” (Jn 3,3-10).
Un nuevo nacimiento. Del mismo modo que María se sorprende cuando el ángel le dice que va a ser madre del Señor sin intervención de varón alguno -"¿Cómo será esto, puesto que no conozco a varón?", (Lc 1,34)-, también Nicodemo se asombra: “¿Cómo puede ser eso?”. La similitud de la sorpresa nos puede servir de referencia para darnos cuenta de que hay una muy directa conexión entre Navidad y Bautismo. Celebramos el nacimiento de un Salvador (salvación) que llegó a Belén hace poco más de dos mil años y llega a nosotros, sacramentalmente, en el signo del agua bautismal. Preparar la celebración del nacimiento de Jesús es preparar la renovación de mi propio re-nacimiento como hijo o hija de Dios en el bautismo.
Para renacer, hacer navidad en mí, la Palabra me invita a despojarme del vestido viejo del pecado y vestirte el traje nuevo de la justicia y la gracia de Dios (cf Ef 4,22). La Navidad tiene su dimensión penitencial. ¿Para qué viene Jesús si no es para liberarme del pecado que nos aliena? Celebro que el Niño es como dice el villancico "amor en el pesebre y sufrimiento en la cruz"; Dios se hace hombre, se hace Navidad, para salvarme de las "navidades idólatras egoístas" que corrompen mi bondad natural.
Si la máquina del mundo me tiene atrapado con sus cantos de sirena y no soy consciente de la corrupción y la esclavitud en la que vivo, entonces, ¿qué puedo hacer? En este caso párate, medita, contémplate en tu miseria, reconoce tus equivocaciones. Se consciente de que estás atado, limitado, por tus deseos egoístas.
Sin conciencia de esto no hay Navidad; en todo caso habrá “navidades”, fiestas y folklores vacíos; mimetismo, ritos insípidos, muy alejados y sin relación alguna con el original. Es triste observar cómo la decadencia del sentido cristiano de la Navidad no es sino el reflejo de la pérdida del sentido más genuinamente humano de la vida, y viceversa. No olvidemos que la Navidad celebra el renacer de lo humano, el retorno a la naturaleza original de Adán antes de la caída; más aún, el renacer a la vida nueva del Nuevo Adán, Cristo. Porque si grande fue la culpa de Adán, más grande es el amor de Dios en Jesucristo. Navidad es el triunfo del amor y la vida sobre el o dio y la muerte,
María se asombró del anuncio del ángel, Isabel también se sorprendió con la visita de María. Nosotros, que arrastramos ya muchas navidades, que ya tenemos preparada y ¿controlada? la Navidad de este año, que creemos ya cumplido todo en nosotros, ¿de qué nos vamos a asombrar? ¡Tenemos las figuras de nuestro belén tan bien colocadas...!. Qué pena; vivimos tan automatizados que se nos acaba la vida. Ya parece que nada nos sorprenderá; no esperamos ninguna Navidad, ningún nacimiento nuevo en nosotros.
María de Navidad.
No todo está perdido. Aún estás a tiempo de vivir la alegría de la Navidad si apartas a un lado el ruido de las "navidades" y te reconcilias con lo que eres, con la Navidad. De principio te sentirás descolocado; porque te quedas vacío; pero sin tardar mucho podrás sentir cómo Dios va emergiendo en tu interior y ocupando su espacio en tu vida; derribado tu particular belén surge el nuevo nacimiento de Jesús en ti.
Así vivió María su experiencia de "Dios con nosotros". En un primer tiempo hubo de asimilar el nacimiento "hacia dentro"; ella se vio profundamente afectada en su encuentro con el ángel. Sorpresa, miedo, dudas, aceptación, alegría; los sentimientos de la Virgen María de la Navidad se entrecruzan. Y ella guardaba todas estas cosas en su corazón.
Luego tuvo muy claro María que no podía esperar impasible el nacimiento del Hijo; igual que su antepasado Abrahán, padre de los creyentes, también María recibe la llamada de Dios y no se encierra en sí misma, se pone en marcha dejando atrás sus seguridades; fue llamada y ella escucha y asiente; Dios la elige -María significa “la elegida”-, y ella también elige, dice “sí” (fiat) y se pone en marcha fiada sola en las promesa de Dios, que “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1,52).
La contemplamos hoy en el camino: “se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá” (Lc 1,39), donde la necesitaba su prima Isabel . Podemos imaginar a María camino de Ein Karen -así se conoce por tradición el pueblo natal del Bautista-, con Jesús en su seno, preparando la Navidad con un programa de compromiso, de acercamiento al próximo visible en su prima necesitada. ¿No es este un tiempo propicio para acercarnos a quienes sabemos que necesitan nuestra ayuda? ¿No lo es también para allegarnos al que pide nuestro perdón y nuestra acogida?, ¿No son las vísperas de Navidad un buen tiempo para restañar las heridas abiertas entre hermanos? Más aún si son parientes cercanos. Cuesta un poco, pero merece la pena; basta con nacer de nuevo abandonando el egocentrismo, la desconfianza, los prejuicios. Duele, ¿qué parto no es doloroso?, pero merece la pena.
Me imagino a María sanando heridas, perdonando, viviendo con intensidad los acontecimientos sencillos de su vida y la de sus parientes. Una persona que vive para los demás, que sabe gustar todo lo bueno de la vida, que “proclama la grandeza del Señor” porque en la humildad y el desasimiento no se siente desgraciada sino totalmente llena. Una mujer que reparte alegría, sólo de una mujer así puede decir su prima Isabel. “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?" (Lc 1,43)

Para hacer tu voluntad
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La carta a los hebreos que se proclama hoy nos revela que Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre, “y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hbr 10,10). ¿Cómo acercar a Dios al mundo? Dejando que el Padre sea Padre, dejando que Dios sea Dios, aceptando su voluntad como clave de la vida, en otras palabras: viviendo la humildad, como María; aparcando “voluntades” egoístas y dejando paso a la “voluntad” del Dios que es amor puedes sanar al mundo herido por el egoísmo, la violencia y el rechazo de la Palabra de Vida.
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Recuerda el grito que inició el Adviento: ¡despertad, abrid los ojos!; la Navidad puede sorprenderte este año si la recibes con un corazón (mente) abierto. Habrá Navidad para ti si renuevas (revolucionas) en ti la gracia del bautismo; si das paso en ti al Jesús (Dios-misericordioso) que hasta ahora te has negado a aceptar.
No sé si tus “navidades” responden a la voluntad de Dios. Habrá cosas en que sí, y cosas en que no. Ya cercana la hora, puedes hacer balance; sitúate en silencio ante ti mismo y ante Dios, mira tus preparativos, y pregúntate: ¿Es esto que pienso y hago lo que Dios quiere? ¿O es más bien lo que quiero yo? Cercano el día del nacimiento toca decidir de manera concreta cómo vas a celebrar el nacimiento de Dios. Aunque en la mesa pongas los mejores manjares todo será basura si dentro de ti sólo hay basura. Mira tu interioridad.
En Navidad no sólo nos visita Dios, también su madre, María. Y podemos hacer nuestro el grito entre feliz y sorprendido de Isabel: ¿Quién soy yo para que María se preocupe de mí? ¿Merezco siquiera su atención? La sorpresa de Isabel es también esencial en Navidad. ¿Te sorprende la idea de que Dios venga a ti? ¿Valoras la trascendencia de ese don? Responde con humildad: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Hbr 10,7).
Para que sea Navidad en tu vida pon en ella tu corazón, siéntete afectad@ por la venida de Cristo, como se afectó María. Junto con el Bautista, ella es guía privilegiada para vivir estas vísperas de Navidad.
La Navidad está aquí, la tienes a tu lado, a tu alcance. Es una gracia. Es Jesús que pasa, que viene a tu casa, que quiere nacer en ti; y quiere que con Él nazcas de nuevo. Ábrele la puerta a Él y a sus amigos. Acoge a Jesús en María, su Iglesia. La salvación ha llegado. Es Navidad.
Casto Acedo Gómez. Diciembre 2021 castoacedo@gmail.com.
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