Determinados colectivos, con el pretexto de no herir sensibilidades, se proponen eliminar del lenguaje oficial de la Unión Europea la palabra "Navidad" para designar estos días que celebramos. Se quiere sustituir por "Fiestas del solsticio de invierno", o "Fiesta del sol", o simplemente "Fiestas" a secas, pretendiendo así que las felicitaciones de estos días tengan un carácter más universal. Me temo que lo que se quiere eliminar es la realidad original cristiana de la "Navidad" reduciéndola a otra, en teoría más universal "Fiesta del sol"; como si el nacimiento y la paz del Niño-Dios fueran bendiciones restringidas sólo a uno pocos y no abiertas a toda la humanidad.
¿No resulta extraña esta aspiración a suprimir el lenguaje cristiano en unos tiempos en que los signos de identidad se apoyan y se promueven como un derecho de los pueblos? ¿Hay alguien que se atreva a negar que el cristianismo -aunque sólo sea cultural- es un signo de identidad europeo? La pretensión de la Unión Europea de borrar de su memoria los principios universales del cristianismo sólo puede conducirle a minar los cimientos en que tuvo su origen y se sostiene.
Religiosamente, si suprimimos en estos días el Evangelio del nacimiento de Jesús narrado por san Lucas (2,1-14) la Nochebuena-Navidad quedará huérfana y vacía, empobrecida por la absorción de la fiesta pagana del “sol invicto”. El sol es muy de agradecer durante el día, pero no ilumina la noche cerrada. Sin el nacimiento de Jesús, Luz de Luz, la Esperanza, con mayúsculas, queda devaluada; tendríamos sólo la minúscula y tediosa esperanza del eterno retorno de lo mismo; luces exteriores que deslumbran y entontecen al alma, nada comparable con la Luz interior que la ilumina.
Los cristianos, sin renunciar al hecho del “nacimiento del sol”, el solsticio de invierno, que sucede en estos días, trascendemos el sentido físico y cosmológico y celebramos un acontecimiento teológico: el nacimiento de Cristo, encarnación de Dios, a quien simboliza, pero no puede sustituir, el astro rey: “nos visitará el sol que nace de lo alto” (Lc 1,78); Cristo es el auténtico Sol que nos ilumina, la luz que vence a las tinieblas, la Luz sin la cual ni el mismo sol alumbraría. ¿Pueden los elementos naturales por sí mismos saciar nuestra sed de vida?
El pasaje de san Lucas que narra el nacimiento de Jesús indica que en la noche oscura del mundo y del corazón humano nace una luz, una estrella que es a la vez guía y meta.
Traigamos a consideración algunos versículos del citado Evangelio de la Natividad.
1) “Salió un decreto del emperador Augusto..., durante el mandato de Quirino”. La serie de datos históricos que nos da en el evangelio de Lucas no son baladíes. Tienen un sentido. El nacimiento de Jesús no es un mito, sino un hecho histórico que ocurre en un lugar y momento concretos.
Jesús nace en unas circunstancias dolorosas, durante un largo viaje que el Emperador obliga a hacer a sus padres para empadronarse en su ciudad natal; unos padres que deben inscribirse en el censo de un imperio que ellos no han escogido, pero al que deben pagar puntualmente sus impuestos; ese era el objetivo del censo: asegurarse el pago, o lo que es lo mismo, poder explotar con cargas financieras a los pobres. Y Dios, que escribe derecho con renglones torcidos, aparece en la historia en esas circunstancias de injusticia. Nace en lo más bajo, tal vez porque así su lenguaje será entendido por todos.
Una enseñanza: huye de la Navidad del mito, que la reduce a sentimentalismo y beatería. Acoge la Navidad como un toque a tu historia, porque el nacimiento del Niño-Dios no es un cuento, un mito intemporal y aespacial, sino un acontecimiento, un hecho para ti "aquí y ahora". Navidad no es pasado (nació) ni futuro (nacerá), es presente, presencia de Dios (nace). "Hoy es el día de la gracia, Hoy es el día de la salvación" (2 Cor 6,2).
Jesús nace en unas circunstancias dolorosas, durante un largo viaje que el Emperador obliga a hacer a sus padres para empadronarse en su ciudad natal; unos padres que deben inscribirse en el censo de un imperio que ellos no han escogido, pero al que deben pagar puntualmente sus impuestos; ese era el objetivo del censo: asegurarse el pago, o lo que es lo mismo, poder explotar con cargas financieras a los pobres. Y Dios, que escribe derecho con renglones torcidos, aparece en la historia en esas circunstancias de injusticia. Nace en lo más bajo, tal vez porque así su lenguaje será entendido por todos.
Una enseñanza: huye de la Navidad del mito, que la reduce a sentimentalismo y beatería. Acoge la Navidad como un toque a tu historia, porque el nacimiento del Niño-Dios no es un cuento, un mito intemporal y aespacial, sino un acontecimiento, un hecho para ti "aquí y ahora". Navidad no es pasado (nació) ni futuro (nacerá), es presente, presencia de Dios (nace). "Hoy es el día de la gracia, Hoy es el día de la salvación" (2 Cor 6,2).
La Navidad conmueve las entrañas, desentumece los brazos, y mueve a la acción. El niño que calla ante la imposición imperialista que le obliga a nacer en una cueva de Belén, no callará ante el sistema demoníaco que hace del mundo un infierno. Si no percibes lo injusto de nacer en Belén, lejos del hogar, y no sientes una llamada a trabajar por la justicia, deberías "mirar tu navidad".
2) “No tenían sitio en la posada”. Es una imagen muy socorrida para abrirnos los ojos a la solidaridad. A Dios mismo se le cierran las puertas de su casa. “Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron (Jn 1,11)”. La luz no es fácil de percibir cuando las tinieblas del egocentrismo oscurecen los ojos. Durante el tiempo de Adviento se te ha invitado a preparar el camino al Señor, a hacer una buena penitencia, a abrir tu corazón a la venida del Salvador.
“Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap,3,20); Cristo Jesús llama a tu puerta en Navidad. ¿Le abrirás? No sé qué harás, pero una cosa es segura: Él sí tiene las puertas abiertas para ti. Él mismo dice “yo soy la puerta” (Jn 10,9). En Navidad se abre la puerta de Dios, la puerta de la Vida, las puertas del Reino de los cielos, para ti.
Muy importante es dejar que Dios entre en tu vida; pero más importante aún es que tú entres en la vida de Dios, en su Evangelio. Jesús viene para ser “puerta” abierta, brazos abiertos, para que entres en Dios y te dejes acunar por Él; con Jesús, que come con publicanos y pecadores, contigo, se te abren las puertas de la misericordia. Esto es Navidad.
“Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap,3,20); Cristo Jesús llama a tu puerta en Navidad. ¿Le abrirás? No sé qué harás, pero una cosa es segura: Él sí tiene las puertas abiertas para ti. Él mismo dice “yo soy la puerta” (Jn 10,9). En Navidad se abre la puerta de Dios, la puerta de la Vida, las puertas del Reino de los cielos, para ti.
Muy importante es dejar que Dios entre en tu vida; pero más importante aún es que tú entres en la vida de Dios, en su Evangelio. Jesús viene para ser “puerta” abierta, brazos abiertos, para que entres en Dios y te dejes acunar por Él; con Jesús, que come con publicanos y pecadores, contigo, se te abren las puertas de la misericordia. Esto es Navidad.
3) “Había unos pastores… y un ángel del Señor se les presentó… Se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis”. ¿No nos recuerda esto a otra aparición de ángeles? “No temáis… no está aquí, ha resucitado” (cf Mt 28,5-6).
No tengáis miedo a Dios; Herodes le tendrá miedo y querrá quitárselo de en medio; igualmente los poderosos del momento (saduceos, fariseos, ...) querrán eliminar a Jesús, porque les hace la competencia –o al menos eso piensan ellos-; en contraposición, unos pastores, adelanto de aquellos que serán discípulos y apóstoles, acogen el anuncio del ángel y lo transmiten a los que encuentran en su camino; son los primeros evangelizadores: “Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores (Lc 2,18).
No tengas tú miedo a Dios, porque Dios es inofensivo. ¿Algo más inofensivo que un bebé? Míralo y déjate mirar por Él; y luego, cuenta a otros lo que has visto.
No tengáis miedo a Dios; Herodes le tendrá miedo y querrá quitárselo de en medio; igualmente los poderosos del momento (saduceos, fariseos, ...) querrán eliminar a Jesús, porque les hace la competencia –o al menos eso piensan ellos-; en contraposición, unos pastores, adelanto de aquellos que serán discípulos y apóstoles, acogen el anuncio del ángel y lo transmiten a los que encuentran en su camino; son los primeros evangelizadores: “Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores (Lc 2,18).
No tengas tú miedo a Dios, porque Dios es inofensivo. ¿Algo más inofensivo que un bebé? Míralo y déjate mirar por Él; y luego, cuenta a otros lo que has visto.

4) "Os traigo la gran noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Una señal: un niño fajado, envuelto en pañales; acostado en un pesebre; la tradición iconográfica de oriente suele pintar a Jesús totalmente aprisionado en las gasas, y acostado en un pesebre que más bien parece un pequeño sepulcro. Esa es la señal.
¿Cuál es la señal del cristiano? La santa cruz. Ese niño envuelto en debilidad, atado a la tierra, Dios-débil, es el mismo que será crucificado, “debilidad” del amor de Dios clavado en la cruz. En cierto sentido el amor es “débil”; “Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte” (1 Cor 1,27). El amor nos hace vulnerables.
Vulnerabilidad, debilidad, de Cristo en la cruz; arrodillarte ante el Belén es arrodillarte ante la cruz (recuerda el acto de “adoración” de la cruz del Viernes Santo), o, lo que es aún más exigente, arrodillarte ante el Santísimo expuesto, o ante el Sagrario, “Belén viviente” expuesto todo el año; Dios con nosotros en la tienda del encuentro.
Navidad es un buen tiempo para hacerte débil, vulnerable en el amor. No temas emocionarte y llorar; no temas ser criticado por tu "debilidad de amor", por tu decisión de amar más allá de los cánones que impone tu "personaje". La belleza de la vida no está en el egoísmo inmutable, encallecido e insensible; la hermosura brilla en la debilidad en la que nos sumerge el amor. Cada toque de amor que recibas estos días es un requiebro del amor de Dios que te va llevando a desearle a Él más y más. Sólo en el Niño-Dios va a encontrar remedio tu herida de amor.
5) “Una legión del ejército celestial alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”.
Dios ama a todos. A todos desea la paz. El Salvador ha venido para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,3). La Navidad es "inclusiva", no excluye a nada ni a nadie, "universalista”, católica, abaierta; no queda reducida a unos pocos, aunque esos pocos sean los que externamente la celebramos. Ese niño que nace en Belén viene para reconciliar a todos los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
La Epifanía de Dios no tiene fronteras. El día 6 de Enero se nos recordará; judíos, griegos, paganos de todo tipo, tienen abierta una puerta para entrar en la vida de Dios. La Navidad es misionera, porque el Hijo de Dios ha sido enviado a anunciar a los hombres la Buena Noticia; y sus seguidores no pueden menos que hacer lo mismo que el Hijo, que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).
"En la tierra paz a los hombres que Dios ama”. Paz para todos, paz para ti. ¿Sabes que Dios te ama? Deja que su voz susurre en tu silencio: "¡N. Te quiero!". Aquí tienes un buen ejercicio de contemplación para estos días. Contemplar, mirar, el amor que Dios te tiene. Mucho antes de que tú le amaras, antes de tu conversión, ya te tenía Él en su corazón. Gózate en esta Buena Nueva: "¡Siempre he estado contigo -te dice-, y hoy, con mi Natividad, vengo a decírtelo!". Sumérgete en la paz que da saberte en brazos de Dios.
Dios ama a todos. A todos desea la paz. El Salvador ha venido para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,3). La Navidad es "inclusiva", no excluye a nada ni a nadie, "universalista”, católica, abaierta; no queda reducida a unos pocos, aunque esos pocos sean los que externamente la celebramos. Ese niño que nace en Belén viene para reconciliar a todos los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
La Epifanía de Dios no tiene fronteras. El día 6 de Enero se nos recordará; judíos, griegos, paganos de todo tipo, tienen abierta una puerta para entrar en la vida de Dios. La Navidad es misionera, porque el Hijo de Dios ha sido enviado a anunciar a los hombres la Buena Noticia; y sus seguidores no pueden menos que hacer lo mismo que el Hijo, que “ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).
"En la tierra paz a los hombres que Dios ama”. Paz para todos, paz para ti. ¿Sabes que Dios te ama? Deja que su voz susurre en tu silencio: "¡N. Te quiero!". Aquí tienes un buen ejercicio de contemplación para estos días. Contemplar, mirar, el amor que Dios te tiene. Mucho antes de que tú le amaras, antes de tu conversión, ya te tenía Él en su corazón. Gózate en esta Buena Nueva: "¡Siempre he estado contigo -te dice-, y hoy, con mi Natividad, vengo a decírtelo!". Sumérgete en la paz que da saberte en brazos de Dios.
* * *
Unidos a la Iglesia y al mundo entero, celebremos y gocemos la Navidad del Señor, su inmenso amor a los hombres. Dios nos ama; y “si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rm 8,31).
¡FELIZ NAVIDAD DEL SEÑOR!
Diciembre 2021.
Casto Acedo Gómez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario