martes, 1 de marzo de 2022

Tres mentiras (6 de Marzo)


No cabe duda de que la guerra de Ucrania focalizará nuestra atención en esta Cuaresma. El impacto que producen en nuestro ánimo las imágenes y las noticias que nos llegan -conscientes de que muchas de ellas pueden ser noticias falsas- nos perturban. Y no es para menos; el sufrimiento de los inocentes descoloca a cualquier persona de buena voluntad.

Hay una pregunta que de improviso brota del corazón: ¿Dónde está Dios? ¿Qué espacio ocupa en este escenario belicista que tanto nos preocupa? ¿Cómo seguir creyendo, esperando y amando en circunstancias que invitan a la increencia, la desesperanza y el odio? Son cuestiones que no podemos evitar, porque tocan la esencia misma del ser de Dios y del hombre.

La tentación de la duda es necesaria para depurar la fe, una oportunidad para crecer en el espíritu. Jesús, como toda persona,  se vio sometido a la alternativa de escoger entre el poder de Dios y el poder del hombre como si fueran elementos incompatibles. Esa es la primera y gran mentira del diablo: presentarnos a un Dios que niega al hombre. No olvidemos que “diablo” ( διάβολος) es una palabra formada de διά (a través de) y βάλλειν (tirar, arrojar), y expresa la idea de "tirar mentiras", "tirar unas personas contra otras". Enfrentar a la persona con Dios, consigo misma y con las demás personas es la especialidad del diablo. 

Y nadie duda que su obra maestra es la guerra. Se llega a ella cuando a sus preguntas-trampa no se le dan las adecuadas  respuestas que dio Jesús sino otras: que el pan (bienes materiales) es lo único importante; que es un acierto defender a ultranza la imagen personal, social o nacional (ego); y que el uso e incluso abuso de poder es imprescindible para hacer el mayor bien y defenderse de ser aniquilados. Tres grandes mentiras.

La invitación a entrar en la dinámica perversa del dinero, del poder y de la fama para mantener vivo el propio ego, es la prueba que Jesús sufrió en el desierto y que cada cual ha de afrontar a lo largo de su vida. ¿Cómo respondió Jesús? Cuando el diablo le propone ser rico, poderoso e importante (vivir en la mentira), Jesús escoge ser pobre, humilde y escondido (vivir en la verdad); se identifica así con la verdad (humildad) que nos hace  libres (Jn 8,32).

Un consejo latino dice: “si vis pacem para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra. Y  lo considero un consejo excelente, no en el sentido en que se suele citar: armémonos hasta los dientes si queremos ser respetados y no agredidos,  sino interpretado en clave espiritual: si quieres una vida y un mundo en paz, activa las armas espirituales que pueden evitar que el enemigo se adueñe de tu vida. 

¿Cuáles son estas armas? Cito aquí a san Pablo: “Tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos" (Ef 6,13-18). Estas son las armas defensivas que hemos de tomar en Cuaresma. Pero vayamos ahora a conocer las tácticas del enemigo, sus tres grandes mentiras.


La mentira del dinero

"Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan " (Lc 4,3). ¡Dinero! El diablo propone a Jesús someterse a la dinámica del dinero fácil. Porque hay dos caminos para lograr que no haya hambre de pan en el mundo; *el primero es conseguir alimento fácil a cambio del sometimiento al poder de turno. ¿No era eso lo que pretendía el diablo? *El otro camino es el de la justicia. "No solo de pan vive el hombre",  también tiene derecho a participar en la toma de decisiones acerca de cómo se reparten los bienes. El ciudadano no es un autómata que funciona con una determinada atención y mantenimiento; es una persona que, además de alimento, pide dignidad.

Para Jesús la dignidad y el valor de la persona están por encima del dinero. Son numerosísimos los textos en los que el Nuevo Testamento señala la incompatibilidad Dios-dinero. "No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24). Y si consideramos que el servicio a Dios pasa necesariamente por el amor a los hermanos, podemos sin rubor extender la enseñanza: "No podéis ser servidores del hermano si dais más valor al dinero que a las personas". El apego o aferramiento al dinero está en el origen de muchos conflictos. 

No es baladí que parapetados tras las trincheras del gobierno ruso estén los grandes oligarcas del país. La mano negra de la ambición, el afán de ganar más y  mas terreno y dineros, se deja ver tras el  humo y los escombros de las invadidas ciudades ucranianas; y la misma mano negra hace temblar a Europa a la hora de firmar sanciones económicas o ayuda militar. Sin restarle importancia a la economía, deberíamos tener claro que "no sólo de pan vive el hombre", pero también de él;  se trata de buscar el equilibrio:  no renunciamos a la razón económica, pero ésta queda desautorizada cuando se pone por encima de la dignidad de los pobres.  

La respuesta de Jesús al diablo invierte los valores mundanos. Es importante comer, pero no como cerdos de engorde en una granja intensiva; además de necesitar comida las personas tenemos también hambre de Dios, hambre de justicia, hambre de libertad y hambre de paz. El futuro de paz y prosperidad de la humanidad sólo es sostenible desde la pobreza evangélica, es decir, contando con la  generosidad de cada uno para con todos; cuando unos se hartan y otros pasan hambre estamos abriendo las puertas a la guerra. Cuánta razón llevaba Pablo VI al invitar a orar por la paz partiendo de un compromiso: "si quieres la paz, trabaja por la justicia".

¿Qué he hecho yo para que haya guerras en el mundo? Mucho si no trabajas por la justicia. ¿Soy sensible al hecho de que mis lujos son bienes robados a quienes no tienen qué comer? Tu y yo sabemos que la paz del corazón no se compra con dinero; al contrario, el exceso de bienes, la riqueza, suele romper el equilibrio interior al obligarte a vivir en miedo a perder lo ganado o en ansiedad por acumular más y más.

En lo que se refiere a las riquezas la cuaresma es una llamada a preguntarte qué lugar ocupan en tu vida los dineros, hasta qué punto los sitúas por encima de los pobres en tu escala de valores, qué grado de sometimiento tienes al dios-dinero y qué pasos estás dando para desapegarte de todo aquello que te impide avanzar con libertad hacia una mayor comunión con Dios y los hermanos.

Un punto de contemplación: párate, obsérvate desde fuera, contémplate revestido de todos los bienes materiales que posees. Silénciate. "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él" (Job 1,21)..." ¿De qué me sirve ganar todos los bienes del mundo si pierdo mi vida en ello? (cf Mt 12,16-21). Y no olvides que la riqueza en sí misma no es mala, al contrario, es buena; la maldad está en la relación de servidumbre que estableces con ella cuando pones tu vida a su servicio cuando debe ser al revés.


La mentira del poder

"Te daré el poder y la gloria sobre todo el mundo" (Lc 4,6). ¡Poder! La segunda tentación.  Cuando la mentira, el engaño, la manipulación o la violencia se utilizan como armas para obtener el poder, también se está cayendo en manos del diablo. La mentira, ahora la llamamos desinformación o fake news, define al diablo en su ser: señor de la mentira.

Es urgente liberar el ambiente personal, social y religioso del cáncer de la mentira. ¿Acaso estará Dios de parte de quienes están continuamente acusando al oponente, de los que para derribar al contrario no dudan en calumniar, de aquellos que manipulan la verdad en aras a conseguir más poder y ventajas? Quien así obra no adora a Dios, por mucho que pretenda justificar su mentira ligándola a supuestos buenos fines.

La verdad es innegociable. Y la gran verdad de la humanidad es que somos criaturas, nacidos no para ser amados sino para amar. Se dice que Dios escogió en su encarnación el camino de los pobres para que aprendamos que la humildad es la verdad del hombre. "Polvo eres y al polvo volverás", por muchos que sean los monumentos de dura piedra que se erijan en tu honor.

La historia, aunque se escriba desde arriba, se hace desde abajo. Las pirámides y las grandes obras humanas llevan la firma falseada. Se construyeron con el esfuerzo de muchos, unos sometidos a esclavitud y otros mejor o peor pagados, pero los que más pusieron han sido, sin duda, los más olvidados. ¡Cuántos soldados anónimos, manipulados, engañados con soflamas nacionalistas o bélicas, son inmoladas par gloria de los tiranos y sus generales!

¿No sería bueno aprovechar la cuaresma para convertirnos (volvernos) a los humildes? Tiempo para echar una mirada a las personas que, desde el silencio y la ocultación, sin ambiciones de poder, hacen que todo funcione. No reciben glorias ni honores, no son reconocidos por su magnanimidad, no llenan titulares en las noticias ni ocupan páginas en los libros de historia; pero son bienaventurados, benditos de Dios, porque su humildad salva al mundo de morir bajo el poder de los soberbios.

¿Crees que si se diera la palabra a la gente sencilla de Ucrania y de Rusia estaríamos como estamos? "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. 26 No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor" (Mt 19,25-26). Sólo los sencillos tienen acceso a esta sabiduría; los sabios y poderosos están ciegos para verla (cf Lc 10,21). Contra el veneno de la fuerza militar está el antídoto  de la sabiduría de Dios, sabiduría de la pobreza y la debilidad, sabiduría de la cruz (cf Rm 1,18-31).  Contra la mentira que se impone por la fuerza está la verdad que brota del amor. Aprovecha la cuaresma para adquirir humildad. Merece la pena.

Ejercicio de oración: Contempla una gran obra arquitectónica (una catedral, un palacio, un rascacielos...). Trae a tu memoria a todos los que hicieron posible esa obra, esa masa anónima que no ha pasado a la historia. Obsérvate parte de ellos, contémplate pequeño, uno más de los que con el buen hacer de cada día hacen posible un mundo mejor. Poniendo tu ladrillo de paz en el día a día estás previniendo las guerras. Valórate como parte del cuerpo de Cristo que es la iglesia (cf 1 Cor 12,27). Pide por todos y da gracias a Dios.


La mentira de la imagen

"Tírate de aquí hacia abajo... el Padre ha dado órdenes a sus ángeles para que no caigas" (cf Lc 9-11). ¡Espectacular! Jesús cayendo a plomo desde el alero del templo y los ángeles recogiéndole antes de tocar el suelo. El atrio del templo repleto de visitantes que asombrados, reconocen su divinidad y se someten a Él por admiración o temor. Fácil ¿verdad?

Mucho espectáculo político y bélico tendremos esta cuaresma al hilo de la guerra de Ucrania. No faltará quien al tiempo que se golpea el pecho ante tanta barbarie aproveche para medrar en política o en sus negocios. Son personas que sólo sirven a la podrida conciencia de su ego. Limpios por fuera, llenos de rapiña y maldad por dentro (Lc 11,39). Desgraciadamente hoy vende más la imagen que la realidad. No importa lo que hagas, ni lo que pienses, lo que cuenta es la impresión que des, la imagen que transmitas. Es el tiempo de la posverdad, de la realidad fabricada a posteriori por los medios, de la mentira institucionalizada.

No importan los hechos sino su percepción. De ahí el interés que cobra la imagen que damos; el diablo te induce a creer que es más importante lo que aparentas que lo que eres o haces. Y lo triste es que la "aparente verdad de la imagen" está calando en nuestra sociedad  hasta tal punto que nos llegamos a creernos las propias mentiras. No me percibo en lo que soy sino en mis nominaciones y títulos. Esta máscara que me he fabricado acaba siendo el motor de mi vida; a veces, más allá del poder o el dinero, lo que me mueve es la defensa de mi imagen, el deseo de aparecer ante los demás como más solidario, más generoso, más interesante, de lo que realmente soy. 

El culto a la apariencia (ego) es un gran obstáculo para mi crecimiento espiritual. Oculto mi "yo" (real, interior) y me dedico a vivir en la fantasía de mi "ego" (exterior) que sólo me ofrece una vida aparente, fantasiosa, en la que los ángeles de Dios me protegen para que no tropiece, sin darme cuenta de que ya hace tiempo que estoy en el suelo. Y muy cerca de la ciénaga estoy cuando me niego a ver mis defectos, cultivo mi vanidad o me estanco en la  estudiada mediocridad de una imagen (apariencia) que no soy.  Cuando es así lo único de mí que queda en pie es un fantasma virtual al que basta una pequeña dosis de realidad para esfumarse. Una pena.

El ego crecido a la sombra del cultivo de la imagen tiene los pies de barro. Cualquier contrariedad da al traste con él. Hace falta mucha ayuda de Dios (gracia) para desmontar los palacios de cartón piedra que construye el ego; suelen ser muy persistentes y se une a ellos el miedo y la vergüenza de verse desnudos en la realidad de su pecado.  La conversión es a veces muy dolorosa, pide sacrificar ídolos a los que estamos muy apegados.   

No hagáis las cosas "para ser vistos por los hombres" (Mt 6, 1.5.16). Jesús invita a vivir en la interioridad y desde la interioridad, "en lo secreto" (Mt 6,4.6.18). Las buenas personas pasan desapercibidas; sólo brillan a los ojos de contemplativos como Jesús, que entre la ostentación material y personal del templo observó cómo unas pobre viuda superaba con creces en virtud a todos (cf Mc 12,41-44). Los amantes de la buena imagen deslumbran, distraen y desorientan con su propaganda. Sólo los sencillos y verdaderos alumbran y sirven de orientación.

Para orar este punto. No vendrá mal que te contemples en la imagen que de ti quieres dar a los demás ("ego"). Mira cómo te enfadas cuando alguien te descubre cosas de ti que no te gustan, cuando tú mismo te das cuenta de que eres falso. Te aconsejo un buen ejercicio para sanear tu imagen conociéndote en lo que eres: ¡Mírate en Jesús!, has sido creado a su imagen, y en él tienes el espejo de tu verdad. (cf Concilio Vaticano II, GS, 22) Él es la imagen del hombre verdadero que no se vende a las mentiras del diablo.

* * *
Abríamos el comentario hablando de la guerra de Ucrania; hay quienes la llaman invasión, otros conflicto, otros crisis, matices lingüísticos, pero ¿cambia algo la situación? No mucho.

¿Qué puedo hacer para que haya paz? Pues, aparte de ayudar en lo que puedas personal o económicamente, deberías plantearte sanar en ti la tendencia a tener más y más cosas, a ser elogiado y a quedar siempre por encima de todos. Se trata de un trabajo espiritual. La guerra de Ucrania y la crisis política que vivimos estos días a nivel mundial son la consecuencia directa de un precedente: la crisis espiritual que conduce a la falta de valores. Las guerras no salen de la nada, hay un corazón donde se gesta, luego otro y otro hasta formar una bomba de racimo que se descuelga y acaba por explotar.

A la mentalidad moderna materialista (tanto tienes tanto vales) e individualista (sálvese quien pueda) le parece un despropósito creer que participamos de un mismo espíritu  (Dios), que somos interdependientes; cualquier bien que hago influye en la humanidad para bien; cualquier mal también influye para mal. 

Cultivar mi espiritualidad ayuda a sanar el  corazón de ambiciones económicas y deseos de poder y vanagloria; preocuparte por tu vida espiritual es trabajar por la paz. Y sobre todo es fructífera cuando brota de ella la compasión, mucha compasión; “sed misericordiosos como mi Padre del cielo es misericordioso” (Lc 6,36). Con estas armas del espíritu: verdad, justicia, prontitud para la paz, fe, Espíritu Santo y oración (cf ya citado Ef 6,13-18) estás poniendo los cimientos para una reconciliación y paz duraderas.

Orar por la paz es más que  darte golpes de pecho; es adentrarte en la sabiduría de Dios, abrir tu corazón egoísta a la inclusión universal. Para Dios nadie es indigno, nadie es insignificante, todos caben en sus brazos abiertos en la cruz.  En el desierto de la Cuaresma empápate de esta sabiduría.

Marzo 2022

Casto Acedo

1 comentario:

  1. Ante las tres grandes mentiras: dinero, poder e imagen. Cultivar la espiritualidad como equipamiento para la batalla y adquirir sabiduría, ante el dinero no pobreza sino desapego. Ante el poder, humildad y servicio y ante la imagen, transparencia, descubrir mi propia verdad. Gracias Casto, muy útil e interesante reflexión.

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