jueves, 9 de diciembre de 2021

Alegría en la mesura (12 de Diciembre)

 

Al tercer domingo de Adviento se le llama domingo laetare, es decir, domingo de la alegría, porque la preparación de la Navidad, la adquisición de una buena condición espiritual para dar libre acceso a Dios en la vida, sólo es posible en la alegría. ¿Puede existir esperanza sin ilusión, sin esa chispa de felicidad que produce la intuición de la presencia y cercanía del ser querido? ¿No es la espera en el gozo y la alegría el motor de la existencia? La esperanza-confianza en la misericordia de Dios genera alegría.

La alegría del Adviento.

La alegría del Adviento nace de la certeza presente de la fe puesta en que las promesas del Señor se cumplirán. Sus promesas son verdaderas y palpables en el ahora, dice la fe. El temor ("no temas") nace de la desconfianza en Dios y nos hace "desfallecer". Hoy el Espíritu nos anima, como Isabel animó a María:"¡Dichosa tu que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá" (Lc 1,45). "El Señor se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo, como en día de fiesta" (Sf 3,17b-18a).

Los caminos de la alegría.

¿Desde dónde nos viene la alegría confiada del Adviento? ¿Nace la alegría del hecho de tener cubiertas las necesidades materiales? La experiencia de quienes tienen más de lo necesario para vivir niega que sea así. A pesar de todo, son muchos los que e el Adviento viven demasiado centrados en el consumo navideño. Pero la felicidad no está en consumir. La verdadera alegría se palpa en la intuición de que la promesa de salvación se está cumpliendo; hoy confío en la misericordia de Dios y la esperanza de un futuro mejor brota en mi interior.

¿Cuáles son los caminos que conducen a la alegría? San Juan Bautista nos da unas claves: Vinieron a bautizarse mucha gente, entre ellos, unos publicanos -pecadores recaudadores de impuestos- y unos militares y le preguntaron acerca de lo que tenían que hacer. Y el bautista les indica cuál es el camino de la conversión, del cambio de la insatisfacción a la satisfacción, del paso de la oscuridad  a la luz, de la tristeza a la alegría.



a) C
ompartir fraternalmente los propios bienes. La gente acudía al Bautista a pedir consejo acerca de cómo preparar su espíritu a la venida del Mesías. Y Juan les anima a prestar atención a quienes viven bajo el umbral de la pobreza: "El que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo" (Lc 3,11). ¡Qué buen consejo para el domingo laetare! Quien es feliz comparte, porque no existe la felicidad rácana, egoísta, avara… el bien y la felicidad tienden por sí mismas a expandirse. Quien quiera que desee alcanzar la alegría debe vivir desde la convicción de que es más feliz quien da que quien recibe. Es más, en dar y darse está la verdadera alegría. La avaricia es enemiga de la felicidad. "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6,36)

b) Vivir en la justicia. A unos  publicanos o funcionarios encargados de cobrar los impuestos, que acudieron a Juan, éste les dijo; "No exijáis más de lo establecido" (Lc 3,13). La corrupción es un viejo pecado. Y en ese pecado todos tenemos una mayor o menor parte. La justicia nos obliga a dar a cada cual lo que le corresponde; que no significa un reparto a partes iguales, sino repartir los bienes comunes "según la necesidad de cada uno" (Hch 2,45). No es justicia regirse fríamente por la ley sino por el principio-misericordia. Exigir a otros más de lo establecido aumenta la corrupción, dar a otros más beneficio del que por estricta legalidad le corresponde es caridad, y esta virtud reporta siempre alegría.  

c) Practicar la moderación -mesura- en el ejercicio del poder. A unos soldados, es decir, a unos que tienen fuerza, poder y autoridad, Juan les dice: "No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga" (Lc 3,14)Se ve que el descontento del funcionario por su sueldo no es sólo cosa de hoy. La conversión a la alegría que pide Juan Bautista pasa por huir de cualquier forma de extorsión o cualquier otro tipo de violencia y ser exquisitos en el servicio público. Los que se aprovechan de la situación para obtener ventaja, ya sea extorsionando al pobre, medrando en sus propios negocios, o favoreciendo de cualquier otro modo sus intereses personales, no llevan buen camino. La práctica de la mentira y el engaño, ya sea personal o social, siempre acaba pasando factura. Lo que siembras es lo que cosecharás. 

¡Qué necesaria es llevar una vida espiritualmente satisfecha y serena para vivir la plenitud del gozo! El descontento y la violencia no pueden convivir con la alegría. Donde la violencia impone su ley, la alegría queda oscurecida. ¡Cuántos hogares rotos por la irrupción de la ira! La violencia solo genera una insatisfacción interior que se exterioriza multiplicando la violencia. Deberíamos trabajar el modo de romper ese círculo vicioso. Revisa qué poder efectivo o afectivo tienes sobre otros y considera que ese poder ha de ser siempre un instrumento al servicio del prójimo y que lo has de ejercer con el diálogo, la comprensión y la misericordia. Sólo desde ahí se edifica un mundo nuevo, y sólamente ahí hallarás la felicidad que anhelas y buscas.


Cultivar y dar a conocer "la mesura"

Ya sabemos cuales son los caminos para la alegría que nos señala hoy el bautista: fraternidad, justicia, no-violencia, misericordia.  San Pablo lo resume en un sabio consejo: "Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca" (Fp 4,5).
 
 ¿Qué es la mesura? Es la medida justa. Es la sintonía espiritual que debes mantener; ese punto de equilibrio que irradia la misma "medida" de Dios. Porque para vivir en serena alegría la vara de medirse y de medir al prójimo no ha de ser otra que la medida de Dios: “Tratad a los demás como quisierais que Dios os tratara a vosotros"; "la medida que quisierais que Dios use con vosotros, usadla vosotros con el prójimo” (Mt 7,2.12). 

¡Qué buenas consignas para los pocos días que faltan para la Navidad! Si las practicas, tú mismo sentirás que "el Señor está cerca";  verás a Dios en el prójimo y  el prójimo verá a Dios en ti. Obrando con la mesura (medida) de Dios estarás evangelizando, estarás dando la buena noticia del amor de Dios, una realidad ajena a discursos vacuos y preciosistas y propiedad de quien obra con compasión, equidad y justicia.

¡Feliz tercer domingo de Adviento!

Casto Acedo.
Diciembre 2021. castoacedo@gmail.com.

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